|
¿Qué fue verdaderamente el descubrimiento de América?
Por Carlos Montemayor
Solemos emplear la expresión descubrimiento de América como un
hecho histórico definido: la proeza de navegación de Cristóbal
Colón. Después de acercarnos a la evolución cartográfica
del continente americano podríamos sugerir que tanto su hazaña de
navegación como el reconocimiento de los nuevos territorios participan
de un proceso más amplio en el que Colón intervino sin darse cuenta
de manera plena. Gran parte del descubrimiento de América propiamente dicho
comenzó después de él. En otros momentos del siglo XX se
le llamó a este proceso encuentro de dos mundos. En otro, acaso con mayor
exactitud, la invención de América. El concepto invención
está más cerca del complejo proceso que empezó a modificar
el mundo a partir del reconocimiento de la entidad geográfica y política
que hoy llamamos continente americano.
En los años cincuenta del siglo XX aparecieron dos libros significativos
para entender con amplitud ese proceso de cambio filosófico y geográfico.
La primera obra fue publicada por Antonello Gerbi en el año de 1955, en
Milán, Italia, con el título La disputa del Nuovo Mondo. Storia
di una polemica 1750-1900. Tres años más tarde, en 1958, Edmundo
O´Gorman publicó en la ciudad de México La invención
de América. En ese momento, cuando parecían predominar en el campo
los doce volúmenes de la obra monumental de Pierre y Huguette Chaunu, Séville
et l´Atlantique, era difícil imaginar que los estudios históricos
pudieran tener algún sentido más allá de las estadísticas
y las series numéricas. Edmundo O´Gorman analizó las fuentes
de la época del llamado descubrimiento desde una perspectiva histórica
y filosófica y rastreó la emergencia del concepto homogéneo
que comenzó a forjar la noción del continente que hoy conocemos
todos con el nombre de América.
Los libros de Antonello Gerbi y de Edmundo O´Gorman constituyen el fundamento
de una línea de investigación histórica que desde los años
setenta se amplió con la obra de historiadores, antropólogos, etnólogos
e incluso novelistas que dejarían de creer ingenuamente en "el descubrimiento
de América" como un hecho simple y comenzarían a entenderlo
como un complejo proceso de reinvención y redefinición de muchas
categorías históricas y políticas.
El reconocimiento de los nuevos territorios no fue ni podía haber sido
un hecho simple. Se requirió un prolongado esfuerzo científico y
social para reconocer, primero, que el mundo no era realmente como Europa lo había
pensado durante muchos siglos. Asumir una nueva idea del mundo exigía redefinir
muchos aspectos religiosos y políticos no sólo de la historia remota,
sino del presente concreto del siglo XV y del siglo XVI. En aquel presente complejo
era necesario crear otra imagen del mundo, inventar un nuevo espacio geográfico
y político que modificaría los conceptos mismos de humanidad. La
nueva geografía del mundo iba más allá de las jornadas de
navegación y de las ediciones de cartógrafos. Era además
el proceso de aceptaciones o rechazos de otros posibles sentidos de los nuevos
territorios.
La contribución más importante del mexicano Edmundo O´Gorman
a la historiografía de América radica posiblemente en este punto.
¿Por qué América no fue asumida sólo como otro continente?
¿Por qué el primer sentido histórico de América es
un "descubrimiento"? La idea misma del descubrimiento no está
suponiendo en realidad un suceso histórico que se agote en el encuentro
de otro territorio; está suponiendo el proceso de redefinición que
convirtió al mundo entero, a partir de América, en un mundo diferente.
Es decir, el descubrimiento no significa tanto un accidente histórico del
continente americano, sino un proceso de cambio político y científico
de Europa misma: la Europa que reconoce a América entre el siglo XV y el
siglo XVI descubrió en sí misma la capacidad de ampliar el mundo.
Por ello, América fue, según palabras de O´Gorman, "la
instancia que hizo posible, en el seno de la Cultura de Occidente, la extensión
de la imagen del mundo a toda la tierra y la del concepto de historia universal
a toda la humanidad".
El proceso no fue breve ni sencillo. En un momento, América era un inmenso
territorio apropiable y explotable. En otro, era la revelación más
importante que la humanidad había recibido de la Divina Providencia. Para
Bartolomé de las Casas, la confusión asiática de Colón
era señal de que realizaba una obra que lo desbordaba infinitamente. Francisco
López de Gómara explicó que "la mayor cosa después
de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que
lo creó, es el descubrimiento de Indias". Para López de Gómara
el papel de los españoles era también emblemático de la visión
religiosa de esos tiempos: "comenzaron las conquistas de indios acabada la
de moros, porque siempre guerreasen españoles contra infieles".
Debemos recordar que el mismo año en que Cristóbal Colón
emprendió su travesía oceánica, en 1492, terminaron las luchas
de reconquista en España con la caída de Granada, último
reducto de la ocupación árabe. La coincidencia de fechas causó
fuerte efecto en la conformación cultural de la Nueva España, donde
pronto la danza de Moros y Cristianos dejó de ser un patrimonio español
y se convirtió en una poderosa manifestación cultural indígena:
la danza ya no expresó los hechos de las armas de la reconquista contra
los moros, sino de la conquista de los pueblos indios.
En otro momento, América fue la tierra de liberación y promesa,
el encuentro con una nueva Europa o una nueva Jerusalén. Este punto será
significativo en muchos sentidos. Por ejemplo, para los protestantes holandeses
y sajones, un retorno a los más puros valores del cristianismo primitivo.
Para la Nueva España, a partir del apogeo de la España imperial
de esos años, la oportunidad de crear una nueva sociedad a partir de los
ideales y utopías del humanismo. El pensamiento de Erasmo orientó
las políticas de evangelización de Fray Juan de Zumárraga,
primer arzobispo de México. Vasco de Quiroga se inspiró en el pensamiento
filosófico de Tomás Moro. Antonio de Nebrija fue fundamental en
el pensamiento de Fray Julián de Garcés como Luis Vives lo fue en
el de Cervantes de Salazar.
Son suficientes indicadores de que se iniciaba la vida en la Nueva España
con el resplendor del renacimiento. No es poca la herencia cultural de esos primeros
días. Pero también América concentró otros sueños
europeos: el paraíso terrenal, la fuente de la juventud en Florida, el
Dorado, la isla de las amazonas y las siete ciudades de Cíbola y Quivira,
prodigiosas regiones de oro y turquesas.
El descubrimiento o invención de esta nueva entidad se ha extendido,
aún sin solución final, desde el siglo XV hasta nuestros días.
América surgió de un largo proceso de cambio y reformulaciones de
conceptos que se diversificaron en al menos tres vertientes: la evolución
de la idea de América en el pensamiento europeo; la evolución de
la idea que de sí mismo irá teniendo el nuevo mundo en la perspectiva
sajona y la perspectiva hispánica; finalmente, el proceso de redefinición
del mundo a partir de los pobladores originarios del nuevo continente. El encuentro
geográfico podríamos decir que terminó, según lo hemos
recordado, con el descubrimiento del estrecho de Behring en el año de 1728,
que demostró que Asia y América no estaban enlazadas por tierra.
En la orohidrografía, en la flora y en la fauna podríamos hablar
también de otro descubrimiento quizás consumado. Pero la cultura
de la población original de estas tierras sigue siendo desconocida, sigue
aún sin ser descubierta. Incluso se le sigue llamando a esta población
con un nombre equivocado: los indios.
De: Los pueblos indios de México hoy
Publicado con la cordial autorización del autor.
|